Enfrentando el olvido
La agrupación Teatrela, trae de vuelta a la escena venezolana, una obra mágica y conmovedora del escritor argentino Arístides Vargas, Jardín de Pulpos. En ella se narra la historia de José, un hombre que ha perdido la memoria y que comienza a recordar a través de un viaje onírico, impulsado por Antonia, la loca de la playa, que lo insita a emprender este tránsito de sueño.
La historia transcurre en un escenario pequeño y acogedor, en el que se escenifica una playa desierta en el que los sueños, la nostalgia y los recuerdos son los protagonistas.
Jardín de Pulpos cuenta con las actuaciones de Beto Benites como José, Eulalia Siso es Antonia; Marisol Matheus es la Madre-Tia- Esposa; Nirma Prieto, La Anciana; Oscar Salomón, El Jefe y El Hijo, y Orlando Paredes es El Padre y El Otro. Este montaje esta dirigido por Costa Palamides y la dirección de los movimientos coreográficos son de Miguel Issa.
Al adentrarnos a la Sala Experimental de El Celarg se observa una escenografía minimalista, en la que sólo hay incalculables y diminutas piedras multicolores en el piso que simulan la arena de la playa y con un sonido de fondo de olas de mar. Es allí donde José se enfrenta a su pasado, a la melancolía, a lo mágico de recordar a través del sueño a sus familiares y seres queridos que han muerto. En este transito José recobra su identidad, trayendo a la memoria la tristeza y la felicidad, lo cotidiano y lo trascendente, lo visceral y lo emotivo y psicológico.
Jardín de Pulpos es un drama conmovedor que refuerza la sensación del dolor que se experimenta por lo que fue y no es, de lo que se hizo y no se pudo hacer por temor o por vergüenza. “Riega a los muertos a ver si florecen” es una de las tantas frases maravillosas y emotivas de esta obra teatral, óptimamente representada por actores de gran valía y trayectoria teatral.
El uso de muñecos y títeres como elementos representativos de personajes que formaron parte de la vida de José, el vestuario, el maquillaje, los movimientos coreográficos, la música, los sonidos y la iluminación crearon una atmósfera que huele a recuerdo, miedo, olvido y nostalgia.
En la representación de los actores resaltó la agilidad en el movimiento, la sincronización, el buen manejo del espacio escénico, el lenguaje corporal y la capacidad de desdoblamiento.
Jardín de Pulpos es una expresión cuya intención no es otra que el darle valor al pasado, echarle un vistazo para conocernos y adentrarnos en el espíritu. Esta pieza manifiesta el valor de revelar sentimientos y emociones, de adentrarnos en nuestras almas y atrevernos a conocer al otro. Es el tener conciencia de las consecuencias que trae la apatía a lo que se siente y padece, como hombres y mujeres que somos, las consecuencias de lo que es vivir en función de la “figura” y no de “el fondo”. Es la muestra de que cuando se recuerda se origina una guerra interna en el individuo, porque el pasado no se puede recobrar.